Guardianes del Cuerpo: El Papel del Sistema Inmunológico en la Lucha contra la Tuberculosis

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Marzo es el mes de la tuberculosis (TBC). Fue un 24 de marzo del año de 1882 cuando el Dr. Koch hizo el descubrimiento que permitiría cambiar la historia natural de esta enfermedad, para entonces, altamente mortal. Este científico descubrió la bacteria conocida como Mycobacterium tuberculosis, la cual causaba para este año, la muerte de una de cada siete personas (1). 

Esta enfermedad ha acompañado al hombre a través de los siglos, haciendo de la TBC el centro de investigación de múltiples ramas de la medicina y el fomento de descubrimientos en ciencia. Son justamente las características de esta enfermedad las que han llevado al hombre a entender en mayor profundidad los mecanismos de acción del sistema inmunológico. 

 

¿Por qué es una bacteria de comportamiento “especial”? 

La tuberculosis puede ser causada por varios tipos de bacterias que se engloban dentro del complejo conocido como Mycobacterium tuberculosis. Los integrantes de este conjunto presentan un comportamiento particular: se dividen supremamente lento. Pero ¿por qué es esto importante? 

Cuando somos infectados por un microorganismo patógeno, los síntomas que surgen son desencadenados por su multiplicación que dispara “sistemas de alarma” inmunológicos. Los síntomas, que aparecen rápidamente, son un mecanismo de defensa de nuestro organismo los cuales nos incitan a tomar acciones protectoras. Por ende, si somos infectados por una bacteria de lenta división, los “sistemas de alarma” pueden ser evadidos o débilmente activados, conllevando a la pausada manifestación de síntomas vagos, inespecíficos y poco floridos

 

¿Cómo se produce el contagio? 

La mayoría de los casos de TBC ocurren tras la interacción con un paciente enfermo. Estas bacterias tienen un tamaño que habilita su permanencia en el aire durante cierto tiempo, y su movimiento a través de cierta distancia. Por lo anterior, un individuo sano puede inhalar estas bacterias tras el contacto prolongado y constante con un paciente “bacilífero”, es decir, con una tuberculosis activa dentro de sus pulmones. 

 

¿Cómo nos protege nuestro cuerpo frente a microorganismos inhalados? 

Dentro de nuestros pulmones poseemos unas células inmunológicas llamadas macrófagos alveolares, las cuales representan la primera línea de defensa celular frente a los microorganismos que entran por las vías respiratorias. Usualmente, los macrófagos logran identificar y destruir rápidamente los microorganismos que nos infectan, a través de la secreción de sustancias tóxicas o mediante la fagocitosis (es decir, la “deglución” de la bacteria al interior del macrófago). Sin embargo, estamos hablando de una bacteria “especial”, por lo que debemos preguntarnos: ¿qué pasa cuando inhalamos la M. tuberculosis?

 

¿Qué pasa cuando inhalamos la M. tuberculosis?

Cuando esta bacteria llega a la parte más distal de nuestras vías respiratorias, los macrófagos alveolares interactúan con la M. tuberculosis buscando su erradicación. Inicialmente, los macrófagos fagocitan la bacteria, sin embargo, son incapaces de eliminarla de forma adecuada. Para una defensa eficiente, los macrófagos dependen de la dirección específica por otro tipo de células de defensa llamadas linfocitos. La interacción entre el macrófago alveolar y el linfocito determina el resultado en salud: si estas células logran entablar una comunicación adecuada, el macrófago es capaz de crear una estrategia de defensa que controla la infección, de lo contrario, se corre el riesgo de avanzar hacia una TBC progresiva/activa…

La tuberculosis activa suele manifestarse, como bien comentamos anteriormente, mediante síntomas poco específicos, ya sea por fiebre leve, sudoración nocturna, debilidad, malestar general, pérdida de peso y apetito. Primordialmente afecta los pulmones, sin embargo, posee el riesgo de dispersarse por sangre a órganos distantes como ganglios linfáticos, cerebro, vía urinaria, corazón o hueso (entre otras). 

Sin embargo, ¡No hay que alarmarse precozmente!... El 95% de los casos controlan la infección y no progresan a una tuberculosis activa inicial. Pero ¿qué significa “controlar” la infección?

 

¿Qué significa “controlar” la infección?

A pesar de que el 95% de los casos controlan la infección y no progresan a una tuberculosis activa inicial, hay que conocer un detalle fundamental (recordemos que estamos hablando de una bacteria “especial”). Los pacientes que controlan la infección no erradican la bacteria, únicamente la detienen, por lo que se dice que, tras el contacto con la M. tuberculosis, la bacteria permanece latente en nuestro organismo…

 

¿Qué significa que la bacteria permanece latente en nuestro organismo? 

Los individuos que controlan la infección mediante la correcta interacción de sus células de defensa, “guardan” la bacteria dentro de sus macrófagos y la frenan. Los macrófagos, con las bacterias en su interior, tras el direccionamiento adecuado por los linfocitos, se unen y se transforman en una estructura conocida como granuloma: una masa esférica que detiene la infección y aísla las bacterias en el pulmón, evitando la progresión o activación de la enfermedad en el paciente. Es entonces como estas bacterias entran en un estado de anergia o inactivación (“se duermen”), por lo que un individuo puede vivir, de forma completamente sana/normal, bajo esta situación. 

¡Ojo!... Esto ocurre en la mayoría de los casos debido a sistemas inmunológicos vigorosos y resistentes, siendo esta la explicación a la siguiente pregunta. 

 

¿Por qué en la tuberculosis, resulta particularmente fundamental la salud inmunológica? 

Cuando disponemos de células de defensa que cumplen sus funciones y poseen las capacidades adecuadas de interacción y comunicación inmunológica, permitimos la contención de esta enfermedad en caso de ser infectados. La posibilidad de vivir una vida sana y placentera depende entonces de la integridad de estos macrófagos y su capacidad de resistencia/fortaleza, que como bien hemos dicho, en la mayoría de los casos resulta adecuada. 

Sin embargo, existen situaciones en salud que afectan a nuestro sistema inmunitario, que debilitan la capacidad de contención macrofágica y “despiertan” a las bacterias que yacían en estado latente en su interior.

 

¿En qué casos hay riesgo de no controlar la enfermedad? 

Todas las personas con un sistema inmune debilitado poseen un riesgo aumentado de no controlar la infección inicial o de reactivar una tuberculosis latente. Las anteriores situaciones incluyen personas con VIH, medicamentos inmunosupresores, trasplantados, pacientes oncológicos, bajo peso corporal, y edades avanzadas o tempranas (menores de 5 años). Adicionalmente, aquellos en riesgo de contacto con pacientes bacilíferos o de haber sido infectados recientemente (familiares, cuidadores, personal de salud, institucionalizados, privados de la libertad), también poseen un riesgo aumentado.

En definitiva, podemos entender la importancia de un sistema inmunológico óptimo, que incluye, no únicamente una normalidad cuantitativa (número adecuado de células), sino una potencia en términos cualitativos, es decir, funcionalidad celular. 

Deseamos células inmunológicas que sepan reconocer amenazas, comunicar daños, establecer contacto con los demás componentes inmunes, y en este caso, resistir y prevalecer intactas. Debemos estar en la constante búsqueda de herramientas que fortalezcan nuestro sistema inmune, y, adicionalmente, prever situaciones que pongan en riesgo a nuestras células de defensa con el fin de proporcionar la suplementación y refuerzo adecuado. 

 

 

(1) Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades. Historia del Día Mundial de la Tuberculosis. CDC. 15 de marzo del 2021.

Disponible en: https://www.cdc.gov/tb/esp/worldtbday/history_es.htm

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