La inflamación crónica y el Lupus Eritematoso Sistémico: ¿Cuál es su relación?

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Los anticuerpos son proteínas creadas por nuestras células inmunitarias para defendernos frente a agentes potencialmente peligrosos. Se unen a las membranas de variados microorganismos y activan procesos de destrucción. Para crear estas moléculas, debemos exponernos previamente a patógenos que activen al sistema inmunitario, de forma que los linfocitos procedan a crear anticuerpos específicos contra estas amenazas. Sin embargo, ¿qué pasaría si, en lugar de microorganismos, fuera nuestro propio cuerpo el que activara el sistema inmunológico, conllevando a la producción de anticuerpos específicos que atacaran a nuestros tejidos? Esta situación se conoce como autoinmunidad, y según el tipo de anticuerpo formado y el tejido atacado (en consecuencia), se pueden delimitar las diferentes enfermedades autoinmunitarias.

 

El lupus es la enfermedad autoinmune por excelencia dada la variedad de anticuerpos y tejidos que afecta. Esta enfermedad y la inflamación se encuentran intrínsecamente relacionadas, pudiendo ser la inflamación causa y consecuencia del lupus. Adentrémonos a conocer un poco sobre esta enfermedad y cómo el manejo de la inflamación tiene un efecto modulador sobre la misma.

 

Iniciando por aspectos epidemiológicos generales, el lupus eritematoso sistémico, o LES, puede afectar a cualquier persona, sin embargo, posee una predilección por mujeres jóvenes e individuos de raza negra, hispanos y asiáticos. Existen varios tipos de lupus, formas limitadas a la piel, formas inducidas por medicamentos, lupus neonatal al adquirir anticuerpos de la madre con enfermedad, y formas generalizadas y agresivas.

 

El lupus, como muchas otras enfermedades, tiene un origen multicausal. Se desconoce la razón específica por la que ocurre la enfermedad, pero se postulan factores que predisponen a su aparición.  En general, se habla de estímulos variados que pueden tener una influencia en la forma que nuestro sistema inmune se comporta. Por ejemplo, existen fragmentos dentro de nuestro ADN implicados en la regulación de la actividad inmunológica, que, al variar su secuencia, aumentan la susceptibilidad al LES. De forma similar, se han propuesto razones hormonales y factores ambientales, como la exposición a la luz ultravioleta, a virus o medicamentos, que inflaman y desestabilizan al sistema de defensa. Adicionalmente, toda enfermedad que conlleve a la inmunosupresión, como el cáncer o la infección, puede influir en la aparición del LES.

 

La ausencia de autocontrol del sistema inmunitario resulta en la formación de anticuerpos contra estructuras comunes a varias células de nuestro organismo. Los autoanticuerpos más característicos del LES son los ANA y los antiDNA, los cuales pueden medirse en sangre y ser de utilidad en el proceso diagnóstico y seguimiento.

 

Los autoanticuerpos creados por el sistema inmune se transportan por la sangre y comienzan su depósito en varios tejidos. Este acumulo de anticuerpos activa señales y mecanismos inmunitarios que inflaman los diferentes órganos, dando como resultado los signos y síntomas del LES. De hecho, es posible medir en sangre varios parámetros de inflamación corporal, los cuales suelen estar elevados.  

 

La inflamación crónica generalizada hace que los pacientes padezcan síntomas generales como cansancio, debilidad, pérdida de peso y malestar. También es muy común el dolor articular y muscular.

 

Algo importante a destacar, es que esta enfermedad cursa con periodos alternados de brotes y estabilidad. Se han identificado como posibles desencadenantes de brotes: las infecciones, las cirugías, el embarazo, la exposición solar, la toma de ciertos medicamentos, entre otros. En momentos de actividad, es común la presencia de alteraciones cutáneas, tales como brotes faciales (el denominado “rash malar”) o ulceras en mucosas (boca o fosas nasales).

 

Los autoanticuerpos del lupus también pueden causar la destrucción de ciertas células en sangre, ya sea de los glóbulos rojos (causando anemia), de las plaquetas (afectando la coagulación), e incluso de los glóbulos blancos (células de defensa). Así mismo, estos anticuerpos pueden atacar y/o depositarse en el riñón, siendo esta una de las afecciones más comunes y de mayor gravedad por el riesgo de un fallo renal agudo o crónico.

 

El lupus puede también afectar al sistema nervioso, ya sea al cerebro o a los nervios periféricos, causando una variedad de síntomas incluso a nivel cognitivo y conductual. Adicionalmente, es común la inflamación de las diferentes membranas que recubren a varios órganos, situación conocida como “serositis”. La inflamación de la membrana cardiaca (pericardio) o del pulmón (pleura) puede resultar en la acumulación de líquido a este nivel y con esto, a la disfunción del órgano en cuestión.

 

La variedad de signos y síntomas es interminable dada la afinidad de los anticuerpos por todas las células corporales. Es por lo anterior que la inflamación multiorgánica es posible, y que, al no controlarse adecuadamente, puede resultar en fallo súbito del órgano o en un daño persistente con cicatrización y disfunción a largo plazo.

 

Al ser el LES fruto de un fallo inmunológico, se posee un riesgo incrementado para la aparición de condiciones adicionales relacionadas con este error. En otras palabras, se tiene una riesgo incrementado para padecer otras enfermedades autoinmunitarias, lo cual puede tener repercusiones en el pronóstico de la enfermedad original.

 

El proceso diagnóstico del LES toma tiempo. En ciertos casos, pueden transcurrir años hasta el establecimiento de un dictamen preciso, pues se exige el cumplimiento de varios criterios, tanto clínicos como de laboratorio para llegar a conclusiones.

 

A pesar de no contar con una cura, la supervivencia del LES ha mejorado significativamente, y resulta fundamental tanto la prevención como el tratamiento de la enfermedad.

 

El fortalecimiento del sistema inmune como medida preventiva de eventos infecciosos resulta pertinente al igual que necesario. Adicionalmente, se aconseja la incorporación de hábitos de vida con efecto antinflamatorio, así como la evasión de situaciones que supongan un estrés corporal. Hoy en día se conoce el efecto antiinflamatorio de la actividad física regular, al igual que la incorporación de una dieta balanceada y rica en superalimentos.

 

Los anteriores recursos son vitales en importancia, sin embargo, el LES requiere manejos adicionales de naturaleza farmacológica para el manejo de la enfermedad. La inflamación en el LES debe controlarse en el momento agudo (durante los brotes), así como a largo plazo (manteniendo un grado de inflamación nulo o bajo y previniendo las recaídas). Se cuentan con medicamentos que actúan sobre el sistema inmunológico (evitando su hiperactivación), entre los cuales se incluyen corticoides, antipalúdicos y medicamentos biológicos. El BIRM, ya sea para la prevención de cuadros infecciosos, para el fortalecimiento de mecanismos inmunes de autocontrol (modulación), así como para la coadyuvancia en el manejo de la inflamación aguda y crónica, también es de utilidad.

 

El campo de la reumatología es un área de la medicina que viene cobrando importancia a gran velocidad. El entendimiento del poder del ambiente sobre la manifestación de las enfermedades autoinmunitarias supone tanto una oportunidad como una amenaza, pues nos confronta con la necesidad de replantear nuestras acciones diarias con el fin de utilizarlas a nuestro favor (o no). Utilicemos los conocimientos actuales y las herramientas disponibles para limitar nuestra susceptibilidad inmunológica, y justamente, fortalezcamos nuestro interior.

 

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