Sumérgete en la Naturaleza: Experiencias Inmersivas para Potenciar la Inmunidad Infantil

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En un mundo cada vez más digitalizado, es esencial recordar la importancia de conectar con la naturaleza, especialmente para nuestros niños. La inmunidad infantil es crucial para su salud y bienestar general, y una forma efectiva de fortalecerla es a través de experiencias inmersivas en entornos naturales. ¿Por qué es tan beneficioso este contacto directo con la naturaleza? Veamos algunas razones convincentes.

 

Hoy en día, en la era de los dispositivos electrónicos y las pantallas, los niños tienen menos contacto con el mundo exterior y sus beneficios. Las experiencias inmersivas al aire libre brindan la oportunidad de reconectarse con lo natural, estimulando sentidos y despertando el sentido de curiosidad. Se ha visto a través de estudios, como los niños que mantienen un contacto constante con su entorno natural muestran un sistema inmunológico más fuerte.

 

Explorar entornos naturales permite a los niños interactuar con una variedad de flora y fauna que fortalece su sistema inmunológico al exponerlos a una gama más amplia de microorganismos benignos que “entrenan” su sistema inmunológico para reconocer y combatir patógenos. La interacción con ambientes externos modifica un sistema en nuestro cuerpo que influye fuertemente sobre las capacidades de defensa: nuestra microbiota.

 

La microbiota hace referencia al conjunto de microorganismos, particularmente bacterias, que habitan varias zonas corporales. Este conjunto de bacterias “comensales”, mantienen una relación positiva y favorecedora con nuestras células y tejidos, promoviendo procesos fisiológicos (naturales y necesarios) dentro de nuestros cuerpos. Contamos con una microbiota intestinal, un grupo de bacterias que predominantemente habitan nuestro intestino, las cuales apoyan el proceso de digestión y absorción de nutrientes. Adicionalmente, colaboran en el mantenimiento de las “paredes” del intestino que funcionan como filtro, de manera que se permite el paso desde la luz intestinal hacia la sangre, de elementos necesarios y se bloquean aquellos que pueden resultar nocivos e inflamatorios. Como hemos mencionados en blogs anteriores, los estados inflamatorios crónicos (que se perpetúan en el tiempo), tienen la capacidad de desestabilizar nuestros sistemas de defensa, por lo cual, el mantenimiento de una buena barrera intestinal, mediante una microbiota intestinal sana, resulta fundamental.

 

Además de este sistema intestinal, contamos con una flora cutánea (microbiota cutánea) que cumple con unas funciones similares. Una buena colonización en piel por bacterias “sanas” refuerza los mecanismos de la primera barrera inmunológica de nuestro cuerpo (además de la más grande). Se han realizado estudios que reflejan como los niños que asisten a espacios exteriores naturales (no sintéticos) de forma diaria, presentan no únicamente un mayor número de bacterias comensales, sino una mayor diversidad, una variable fundamental para propulsar los mecanismos de defensa inmune. Una buena microbiota no únicamente ayuda con la protección frente a agresiones o infecciones agudas, sino que fortalece un sistema inmune a largo plazo para la prevención de enfermedades inmunomediadas (también mencionadas en blogs anteriores). La exposición a una gran variedad de agentes externos hace que nuestro sistema inmune se vuelva “tolerante”, una capacidad necesaria para prevenir la sobre activación inmunitaria, la hipersensibilidad y el riesgo de autoinmunidad a mediano y largo plazo.

 

El tema del microbioma ha cobrado importancia en la última década debido a grandes descubrimientos que reflejan la relación estrecha entre todos los sistemas de nuestro cuerpo, incluso con nuestro sistema nervioso, lo cual nos encamina a discutir el rol de la naturaleza en este último sistema. La naturaleza ofrece una amplia gama de estímulos sensoriales, auditivos, visuales, olfativos y táctiles que activan nuestro sistema nervioso. La secreción de diversos neurotransmisores, como resultado de la interacción con estos estímulos, modula tanto a nivel cerebral como a nivel sistémico (generalizado) el funcionamiento de múltiples procesos. La secreción cerebral de dopamina y serotonina tiene un efecto directo sobre los estados de ánimo infantiles, despertado su sentido de curiosidad y vitalidad, lo cual directa a indirectamente contribuye a un sistema inmunológico más robusto.

 

A nivel sistémico, la secreción de neurotransmisores regula la secreción de cortisol (la hormona del estrés), que, al ser secretada de forma exagerada, conlleva a estados de inmunosupresión y disminución en defensas. La naturaleza tiene un efecto calmante en la mente y el cuerpo. Pasar tiempo al aire libre ayuda a reducir los niveles de estrés y ansiedad en los niños, lo que a su vez tiene un impacto positivo en su sistema inmunológico. Un menor estrés se traduce en una mejor función inmunológica y una mayor capacidad para combatir enfermedades.

 

La movilización corporal que surge a partir de la interacción con sistemas naturales y externos, de forma indirecta produce los efectos positivos de la actividad física sobre el sistema inmunológico de los niños: el incremento de la circulación sanguínea y por ende, la movilización de células de defensa a los lugares necesarios, la mejora en el flujo linfático y por ende el barrido de toxinas, los incrementos en las poblaciones de algunos glóbulos blancos y su mejor funcionamiento, además de la disminución de la inflamación crónica y la activación de sistemas de reparación post ejercicio pueden potenciar la función inmune. Las actividades al aire libre, como caminar, correr, escalar y explorar, son excelentes formas de ejercicio físico para los niños, que no solo promoverán estilos de vida saludables desde edades tempranas, sino que fortalecerán paralelamente todo su sistema de defensa.

 

Recordemos siempre que el sistema inmunológico infantil posee características diferenciales sobre aquel del adulto, por lo que el uso de diferentes estrategias para su potenciación es importante. A menor edad, existe un menor desarrollo inmunitario, por lo que la dependencia sobre el sistema innato (es decir, no especifico), es alta. El desarrollo del sistema adaptativo requiere la constante exposición a entornos estimulantes y retadores en respuesta a la exposición de patógenos, por lo que los ambientes sintéticos y con excesiva higiene suprimen el fortalecimiento de este proceso necesario para la supervivencia.

 

Para asegurar el correcto desarrollo de esta inmunidad adaptativa, así como para fortalecer de la inmunidad innata, el uso de suplementos naturales, tal como el BIRM kids, desempeñan un papel de apoyo en la mejora de la inmunidad de los niños.

 

El contacto con la naturaleza propicia el movimiento corporal, actúa como lienzo infinito para la creatividad y la imaginación, es estímulo neurocognitivo y modulador emocional, es un entorno amplio para la correcta exposición a la biodiversidad, es en definitiva una puerta que abre paso a un sinfín de herramientas inmunoestimulantes que marcan desde la temprana edad el comienzo de una vida fuerte en salud inmunológica y principalmente, de buena calidad.

 

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